miércoles, 22 de septiembre de 2010

LA GRUTA DE LAS CRUCES.

Érase una vez un hombre pobre y sencillo; por la noche volvía a casa cansado y de mal humor, mirando con rabia y con cierta envidia a la gente que pasaba en sus carros, mientras a él le tocaba caminar cuadras y cuadras; ellos sí que viven bien,-se decía para sus adentros-, no tienen ni idea de lo que es sufrir, que tal que tuvieran que cargar con la cruz que yo llevo.

El Padre Dios había escuchado una y otra vez las quejas y lamentaciones de aquel pobre hombre, con infinita paciencia. (Que es lo más tiene, Dios, ¿no les parece?).

Una noche lo esperó a la puerta de su casa, “¡Ah, eres Tú?, -le gritó el hombre al verlo-; no me vengas ahora con sermones, ni consejos, pues bien sabes lo pesada que es la cruz que pusiste sobre mis hombros”; el Señor lo miró con dulce sonrisa y le dijo: “Ven conmigo, te voy a dar otra oportunidad, podrás hacer una nueva elección”; el hombre, menos malgeniado que antes, se fue detrás del Señor hacia una enorme gruta, llena de cruces: pequeñas, grandes, doradas, de plata, adornada con joyas, lisas, con espinas, en fin, había de toda clase para escoger.

“Son las cruces de los seres humanos, -dijo el Señor-, elige la más te guste y la sienta menos pesada”; el hombre llevó su cruz a un rincón, la dejó allí, se sacudió y frotándose las manos, ahora muy sonriente, se puso a escoger: vio una cruz que parecía liviana, se la probó , realmente pesaba un poco, pero era muy larga y la arrastraba la punta; caminó un poco y encontró una pequeña, pero pesada: –Ah, un pectoral de esos que llevan los Obispos-, pensó para sus adentros-, se la llevó al cuello, pero sintió el peso de la responsabilidad, no le servía. Más allá había una muy lisa y fácil de llevar, se la echó al cuello, pero empezó a matarle la nuca, así que la dejó.

-Aquella cruz de plata”, pensó, al menos es bonita y valiosa, pero, al tenerla encima experimentó una gran soledad, y rápido la desechó; siguió su recorrido, -allí hay una con piedras preciosas, esta va a ser, pensó: se la midió, cada una de esas piedras preciosas se le clavaban en el hombro, así que la dejó. Se probó unas cortas, otras largas, unas torcidas, otras derechas, unas bien labradas y otras toscas…., pero a cada una le encontró un defecto, ninguna le sirvió.

Al fin vio en un rincón una cruz pequeña, ya gastada por el tiempo y el uso, se la probó y vio que le encajaba muy bien sobre el hombro: esta si creo que fue hecha para mí, pensó, y la tomó. Con ella a cuestas se le acercó al Señor y sonriente le dijo: “Gracias, Señor, me quedo con esta, ésta sí me sienta como la quería, suave, sin tantas angustias, no me pesa nada, de modo que, gracias Dios mío”, y feliz salió de la gruta; el Señor lo miró con dulzura e inmenso amor y sonriente lo despidió, y en aquel instante el hombre se dio cuenta que había escogido precisamente, la que él siempre había llevado.

Cuál es el significado de esta hermosa historieta o leyenda?; sencillamente, no podemos envidiar la suerte de los demás, Dios no nos da algo que no podamos llevar con calma y serenidad, sobre nuestros hombros, cuando nos estemos quejando de nuestro propio destino, miremos un poquito a nuestro alrededor y nos daremos cuenta que hay muchos, pero muchos que tienen problemas mucho más grandes y pesados que nosotros, y comprobemos igualmente que esas personas, no viven quejándose.

De modo , amigos, sigamos llevando nuestra propia cruz y pidámosle al Señor, que así como a Él lo ayudó Simón de Cirene a llevar su cruz, nos ayude también a nosotros en el difícil camino de nuestra vida. Recordemos un pasaje de la vida de Jesús en el desarrollo de su mensaje de amor en los campos de Galilea, cuando él le criticaba a los sacerdotes de la época (los fariseos) que colocaban en los hombros de la gente obligaciones muy pesadas que ellos mismos no las practicaban, les decía que no fueran hipócritas; si así decía el Señor, con mayor responsabilidad no va a colocar sobre nuestras vidas obligaciones o cruces que no podamos sobrellevar, de modo que contentémonos con la cruz que nos dio a cada uno al momento de nacer y no envidiemos la vida de los demás. (Autor desconocido)

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